martes, 8 de marzo de 2011

EL MERCANTILISMO

1.1                  EL CAPITALISMO MERCANTILISTA Y PROTECCIONISTA

 
Cuadro de Le Lorrain que representa un puerto de mar francés de 1638, en el momento cumbre del mercantilismo (Imagen: www.es.wikipedia.org)

“Si nos inclinamos demasiado hacia la democracia, pronto caeremos en la monarquía” (Alexander Hamilton)
“Una deuda nacional, si no es excesiva, será una bendición nacional” (Alexander Hamilton)
“¿Por qué ha sido instituido el gobierno? Porque las pasiones de los hombres no se ajustan a los dictados de la razón y la justicia sin una fuerza coercitiva” (Alexander Hamilton)
“Un pueblo oprimido está autorizado, siempre que pueda, a ponerse de pie y romper sus grilletes” (Henry Clay)
     “Prefiero ser justo antes que Presidente”. (Henry Clay)
“De todas las propiedades que pertenecen a los hombres de honor, nada es tan preciada como el carácter” (Henry Clay)
“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo” (Abraham Lincoln)
“Mejor es callar y que sospechen de tu poca sabiduría, que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello” (Abraham Lincoln)
“Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder” (Abraham Lincoln).
“Medir las palabras no es necesariamente endulzar su expresión, sino haber previsto y aceptado las consecuencias de ellas” (Abraham Lincoln).
“Recuerda siempre que tu propia resolución de triunfar, es más importante que cualquier otra cosa” (Abraham Lincoln)
“El método que utilizo... no es muy usual; porque en vez de no usar más que palabras comparativas y argumentos intelectuales, he resuelto expresarme en base a números, pesos y medidas; usar sólo argumentos con sentido, y considerar sólo aquellas causas que tienen un fundamento visible de la naturaleza” (William Petty)
Fuentes: http://www.proverbia.net; y, http://www.eco- finanzas.com

El mercantilismo constituye un conjunto de políticas o ideas económicas que se desarrollaron durante los siglos XVI, XVII y la primera mitad del siglo XVIII en Europa; caracterizado por una fuerte injerencia del Estado en la economía.  Consistió en una serie de medidas tendientes a unificar el mercado interno y tuvo como finalidad la formación de Estados muy poderosos.  El mercantilismo es un conjunto de ideas económicas que considera que la prosperidad de una nación o Estado depende del capital que pueda tener, y que el volumen global de comercio mundial es inalterable.  El capital para los mercantilistas, está representado por los metales preciosos que el Estado tiene en su poder (oro, plata, diamantes, etc.), el cual debe ser incrementado mediante una balanza comercial positiva con otras naciones (para lo cual, las exportaciones de mercancías, deberán ser superiores a las importaciones).
El mercantilismo sugiere que el gobierno dirigente de una nación, busque la consecución de esos objetivos mediante una política proteccionista sobre su economía, favoreciendo la exportación e imponiendo trabas a las importaciones, mediante la imposición de aranceles, por ejemplo. El Estado adquiere un papel primordial en el desarrollo de la riqueza nacional, al adoptar políticas proteccionistas, y en particular estableciendo barreras arancelarias y medidas de apoyo a la exportación. Así, el mercantilismo veía en la intervención del Estado, el medio más eficaz para el desarrollo económico (tal como lo propone el surcoreano Ha Joon Chang actualmente).  
Otra tendencia del mercantilismo era robustecer hacia el exterior el poder del Estado, subordinando la actividad económica hacia ese objetivo, e interesándose por la riqueza en cuanto sirva de base para ella.  El liberalismo considerará a la riqueza como preciosa para el individuo, y por ende, digna de ser alcanzada como fin en si misma; los liberales piensan que la riqueza de los ciudadanos contribuye a incrementar la riqueza nacional.  En cambio, para los mercantilistas, la riqueza privada es simplemente un medio, y como tal debe estar subordinada al Estado. 
Una posición intermedia (de corte liberal y social) sería considerar a la riqueza como un objetivo del individuo, pero que debe ser adecuadamente regulada por el Estado, por la vía de los impuestos, que éstos sean proporcionales o progresivos, pero jamás confiscatorios o desalentadores de la iniciativa privada.
Entre las escuelas mercantilistas se distingue: el bullionismo (o "mercantilismo español") que propugna la acumulación de metales preciosos; el colbertismo (o "mercantilismo francés") que por su parte se inclina hacia la industrialización; y el comercialismo (o "mercantilismo británico") que ve en el comercio exterior la fuente de la riqueza de un país.  Entre los muchos autores mercantilistas, hay que destacar a Martín de Azpilicueta (1492-1586), Tomás de Mercado (1525-1575), Jean Bodin (1530–1596), Antoine de Montchrétien (1576–1621), o William Petty (1623–1687).   
La confianza en el mercantilismo comenzó a decaer a finales del siglo XVIII[1], momento en el que las teorías de Adam Smith y de otros economistas liberales clásicos fueron ganando terreno en el Imperio Británico, y en menor grado en el resto de Europa (con excepción de Alemania, en donde la Escuela Histórica de Economía fue la más importante durante todo el siglo XIX y comienzos del XX).
Adam Smith, quien critica al mercantilismo con dureza en su obra titulada: Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (conocida simplemente como “La riqueza de las naciones”), la califica como una "Economía al servicio del Príncipe".
Adam Smith fue la primera persona en organizar formalmente muchas de las contribuciones de los mercantilistas en su libro “La Riqueza de las Naciones”. [2] La palabra procede de la palabra latina “mercari”, que tiene el sentido igual al castellano mercantil, en el sentido de llevar a cabo un negocio, y que procede de la raíz merx que significa mercancía.  
Eli F. Heckscher[3], observa en los escritos de la época, que “el mercantilismo puede ser considerado, un sistema: de poder político, de reglamentación de la actividad económica, proteccionista y también monetario, con la teoría de la balanza comercial”.  Los mercantilistas veían al sistema económico como un juego de suma cero, en donde la ganancia de una de las partes suponía la pérdida de la otra, o siguiendo la famosa máxima de Jean Bodin "no hay nada que alguien gane, que otro no pierda" (Los Seis libros de la República). Por tanto, cualquier sistema de políticas que beneficien a un grupo, por definición también harían daño a otro u otros, y no cabía la posibilidad de que la economía fuese empleada para maximizar la riqueza o el bien común. [4] El mercantilismo es, por tanto, una política económica que aparece en un periodo intervencionista y describe un credo proteccionista que prevaleció en la época de nacimiento del capitalismo, antes de la Revolución Industrial. [5]
El mercantilismo se define a partir de los grandes descubrimientos geográficos, consecuencia de la apertura de las rutas comerciales marítimas por los portugueses entre el siglo XV y 1500 (fecha del descubrimiento de Brasil) y la consolidada corriente inagotable de metales preciosos (oro y plata principalmente) llevados desde los territorios nuevos a Europa, en particular después del establecimiento de los virreinatos de Nueva España y de Perú, por los castellanos de la península ibérica.
Los españoles del siglo XVII llegaron a considerar al mercantilismo, como el sentido mismo de la riqueza, mediante la teoría del enriquecimiento de las naciones a través de la acumulación de metales preciosos.  El oro y la plata constituyen el objetivo del comerciante y por lo tanto se pueden considerar como el impulso al intercambio de mercancías.  El oro y la plata por sí mismos no generaron los acontecimientos económicos de la época, sino que conjuntamente con otras causas fueron moldeando la economía europea de esos tiempos.  Algunas de estas causas fueron: los grandes descubrimientos geográficos, el Renacimiento, la Reforma religiosa, la aparición del Estado moderno y el régimen colonial, o sea la primera globalización o el "primer sistema-mundo", según la expresión de Fernand Braudel.
Como vemos pues, no fue el capitalismo liberal el que promovió el aparecimiento de metrópolis y colonias, al contrario Adam Smith fue muy crítico de esta política.  El capitalismo mercantilista, fue el que propició la explotación colonial, dado su convencimiento de que la riqueza nacional (diferente de la individual), consistía en la acumulación de metales preciosos por parte del Estado.  Esta política daría lugar luego al aparecimiento de inflaciones galopantes en España y Portugal, puesto que los metales preciosos eran equivalentes al dinero en aquellas épocas.  Consecuentemente, al haber un exceso de oferta monetaria y no existir los productos para satisfacer esa enorme demanda agregada generada, inevitablemente se presentan aumentos en los niveles de precios.  ¡Así lo dice y lo demuestra la ciencia económica!  

EL PENSAMIENTO MERCANTILISTA

El pensamiento mercantilista, puede ser sintetizado mediante las 9 reglas de Von Hornick: [6]
1.       Que cada pulgada del suelo de un país se utilice para la agricultura, la minería o las manufacturas. Smith diría posteriormente, que la riqueza es generada por el factor productivo trabajo, tanto físico como intelectual.  Trabajo que al dividirse y especializarse en base a las capacidades de las personas, aumentaría la producción de bienes y servicios, de allí la importancia de una educación y de una salud de calidad, para potenciar el capital humano, que no únicamente deben ser provistas por el Estado –con recursos de los contribuyentes, endeudamiento o emisión monetaria indiscriminada-, el sector privado también lo puede hacer, con recursos que son de los particulares y que no le cuestan un solo centavo al resto de la sociedad, porque son fruto de la libre iniciativa particular.
2.       Que todas las materias primas que se encuentren en un país se utilicen en las manufacturas nacionales, porque los bienes terminados tienen un mayor valor que las materias primas. (Industrialización nacional – Sustitución de Importaciones)
3.       Que se fomente una población grande y trabajadora. (Mayor tamaño de la población económicamente activa)
4.       Que se prohíban todas las exportaciones de oro y plata y que todo el dinero nacional se mantenga en circulación. (Restricción a la salida de capital monetario)
5.       Que se obstaculice, tanto cuanto sea posible, toda importación de bienes extranjeros (Proteccionismo a ultranza, vía aranceles y demás trabas comerciales)
6.       Que determinadas importaciones “indispensables”, deban obtenerse de primera mano, a cambio de otros bienes nacionales, y no de oro y plata. (No a la salida de circulante)
7.       Que en la medida de lo posible, las importaciones se limiten a las materias primas que puedan ser convertidas en bienes finales, en el país. (Privilegio para importar materias primas que sirvan para la industrialización nacional)
8.       Que se busquen constantemente las oportunidades para vender el excedente de manufacturas de un país a los extranjeros, en la medida necesaria, a cambio de oro y plata. (Fomento a las exportaciones)
9.       Que no se permita ninguna importación si los bienes que se importan existen de modo suficiente y adecuado en el país. (Protección de la industria nacional a raja tabla, aún cuando los productos que se ofrezcan no sean de la mejor calidad)

Uno de los elementos en que los mercantilistas estaban de acuerdo era en la opresión económica de los trabajadores. Los asalariados y los granjeros debían vivir en los "márgenes de subsistencia". El objetivo era maximizar la producción, sin ningún tipo de atención sobre el consumo.  El hecho de que las clases más bajas tuvieran más dinero, tiempo libre, o educación se veía como un problema que luego desembocaría en pocas ganas de trabajar, dañando la economía del país. [7]  Posteriormente Adam Smith aparecería con una frase que aún hoy en día retumba en el corazón de sus seguidores y en el de aquellos que por desconocimiento o incluso mala fe, lo quieren hacer ver como un ambicioso e inhumano personaje.  Adam Smith sentenció: “Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz, si la mayor parte de sus miembros es pobre y miserable”.  En una clara crítica a los capitalistas mercantilistas de aquellos tiempos, quienes se caracterizaban por la explotación de los trabajadores.  Así que no es el liberalismo social y económico de Smith, el que promovía la explotación, lo que junto al colonialismo aparecido en épocas mercantilistas, desmonta el mito de que la doctrina liberal es: “colonialista”, o “explotadora”.
Hay autores que señalan que las políticas mercantilistas fueron desarrolladas y puestas en práctica por comerciantes y gobiernos, cuyo objetivo era incrementar al máximo los beneficios empresariales.  Los empresarios se beneficiaban enormemente, sin que ello les supusiera un gran esfuerzo, por la imposición de monopolios, las prohibiciones a las importaciones y la pobreza de los trabajadores.  Los gobiernos, por su parte, se beneficiaban del cobro de aranceles.  Casi todos los escritores mercantilistas eran comerciantes o personas con cargos en el gobierno. [8]
Los Fisiócratas, fueron la primera escuela económica que rechazó completamente las ideas mercantilistas, en Francia. Sin embargo, sus teorías también presentaban importantes problemas, y la sustitución del capitalismo mercantilista por el capitalismo liberal socialmente responsable, se produjo el momento en que Adam Smith publicó su famosa obra Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, en 1776.  Este libro muestra las bases de lo que hoy en día se conoce como la economía política clásica liberal.  Smith dedica una parte considerable del libro a rebatir los argumentos de los mercantilistas. [9]
 La riqueza de las naciones de A. Smith, fue un duro golpe para el mercantilismo económico en aquellos tiempos.  En gran parte de su obra,  el filósofo y economista escocés, hace una crítica económica al mercantilismo vigente en aquella época.  Abogando por el tránsito de un capitalismo mercantilista, a otro tipo de capitalismo, más liberal, con menos trabas y restricciones al libre comercio y la competencia.  Un capitalismo basado más en el individuo en libertad, antes que en un Estado omnímodo, monárquico, absorbente y todopoderoso.
A la hora de establecer una causa para el fin del mercantilismo. Hay quienes opinan que sus ideas eran simplemente erróneas, diciendo por tanto, que su reemplazo era inevitable, desde el momento en que las ideas, mucho más exactas, de Smith fueron expuestas al público. Las regulaciones mercantilistas poco a poco fueron eliminándose a lo largo del siglo XVIII en el Reino Unido.  Durante el siglo XIX el gobierno británico adoptó abiertamente el libre comercio y las teorías económicas liberales de Smith.  En el continente europeo, el proceso fue algo distinto.  En Francia se mantuvieron las prerrogativas económicas de la monarquía absoluta hasta la Revolución Liberal Francesa de 1789, siendo entonces cuando terminó el mercantilismo.  En Alemania el mercantilismo continuó siendo una importante ideología hasta comienzos del siglo XX.

REPRESENTANTES PRINCIPALES DEL MERCANTILISMO

En el mundo anglosajón las críticas de Adam Smith al mercantilismo y la adopción del liberalismo fueron aceptadas en el Imperio Británico, pero fueron rechazadas en los Estados Unidos y Alemania, por figuras tan importantes como: Alexander Hamilton, Friedrich List, Henry Clay, Henry Charles Carey  y Abraham Lincoln. En el siglo XX, la mayoría de economistas de ambos lados del Atlántico, han llegado a aceptar que en algunas áreas las teorías mercantilistas estaban en lo correcto.  El más importante fue el economista John Maynard Keynes, quien explícitamente apoyó algunas de sus teorías.
La figura de Alexander Hamilton, se aprecia en los billetes de 10 dólares
Abraham Lincoln y Henry C. Carey, dos estadounidenses con ideas mercantilistas, aunque no por eso dejan de ser brillantes.  Hay que recordar que en esa época el mercantilismo, era el tipo de capitalismo predominante.  Esto último se aclara porque los socialistas marxistas, no saben diferenciar entre capitalismo mercantilista o nacionalista y capitalismo liberal socialmente responsable.  Para ellos, los dos son igual de “explotadores” y nocivos para el “bien común”.
Adam Smith había rechazado el énfasis que hasta entonces los mercantilistas habían puesto en la cantidad de dinero argumentando que los bienes, la población y las instituciones eran las causas reales de la “prosperidad”.  De su parte Keynes, argumentó que la cantidad de dinero en circulación, la balanza comercial y los tipos de interés tenían una gran importancia en la economía real.  Criterio no compartido por Friedman, para quien el dinero tenía mayor peso específico en la inflación, antes que en la producción y el empleo.  
Adam Smith, rechazó además el énfasis del mercantilismo hacia la producción, argumentando que el consumo podía también hacer crecer eficazmente la economía (porque a su vez, impulsaba la producción de bienes).  Keynes por su parte, defendió que la producción era tan importante como el consumo.  De modo que no fue A. Smith quien señaló que era “la oferta la que creaba su propia demanda”, fue el francés Jean Baptiste Say, otro pensador clásico de la corriente liberal, quien así lo afirmó. 
Hoy en día, muchas personas critican al consumismo, diciendo que es una perversión del sistema capitalista, pero ¿si no hubiera consumo?, ¿podría haber producción y con ella empleo digno para la población?  Es el aumento de la propensión marginal al consumo (tendencia de consumo adicional de la gente en relación con la variación en el ingreso o renta),  el que reactiva la producción en épocas recesivas y críticas.  Por tanto, la denominada –por Keynes- “paradoja del ahorro”, señala que si bien el ahorro es necesario para el desarrollo económico del largo plazo, en el corto plazo no lo es tanto, porque en ese breve período, más bien se debe estimular el consumo, con el fin de salir de la recesión.
Keynes y sus seguidores, retomaron de la ideología mercantilista, la importancia que tenía la balanza de pagos, y visto que desde la década de los años 30 todas las naciones han controlado las entradas y salidas de capital, la mayoría de los economistas están de acuerdo en que una balanza de pagos positiva es mejor que una negativa para la economía de un país[10]. Keynes también retomó la idea de que el intervencionismo gubernamental, es una necesidad económica, especialmente en los períodos de recesión y crisis, en los cuales la empresa privada, está imposibilitada de reactivar la economía.
Fuente: wikipedia
Los mercantilistas daban demasiada importancia al comercio exterior y al dinero, pensaban que el Estado era el llamado a proteger a las industrias nacionales de la competencia extranjera, con la finalidad de promover la producción y el empleo nacionales.  Medidas que en la práctica pueden funcionar únicamente en el corto plazo, pues en el largo plazo, se presentan retaliaciones de parte de los países a los que se le imponen trabas comerciales.
 El mercantilismo presenta cosas interesantes, una de ellas es el surgimiento de la Contabilidad, la importancia que se le da al comercio exterior en el desarrollo nacional, el concepto de balanza comercial, el interés por mantener saldos favorables en la balanza de pagos, etc.  Sin embargo, tiene una importante limitación y ella es el creciente proteccionismo de sus Estados, mediante la imposición de aranceles y otros obstáculos al libre comercio.  Es en este aspecto donde está lo negativo de las ideas mercantilistas, en pensar que por medio de trabas, se puede ser competitivo a nivel internacional, cuando la experiencia de los países hoy desarrollados, ha sido ampliamente favorable al aperturismo económico o libre comercio.

 

EL “BOBO APERTURISMO”


El libre comercio, peyorativamente ha sido denominado por el Presidente del Ecuador, como: “bobo aperturismo”; de forma tal que Rafael Correa Delgado (antes de ser mandatario), junto con otros economistas de la línea heterodoxa, opuesta al mercado y ampliamente favorable a la intervención estatal, como: Alberto Acosta, Fander Falconí, Hugo Jácome y René Ramírez, escribieron un libro llamado: “El Rostro Oculto del TLC”, donde hacen una apología y una tenaz defensa del proteccionismo, señalando entre otras cosas las siguientes:

·         La redención de la teoría de las ventajas comparativas -bastante olvidada desde la posguerra-, fue supuestamente empírica, esto es, la superioridad en cuanto a desempeño económico de países con orientación "hacia afuera".  En realidad, como frecuentemente ocurre en ciencias sociales, la evidencia presentada puede ser mejor calificada de propaganda que de ciencia.
·         Rafael Correa (2002a), utilizando métodos de datos de panel, no encontró ninguna relación estadística robusta entre las reformas estructurales -incluyendo aperturismo comercial- y crecimiento.
·         Rodríguez y Rodrik (2000) han cuestionado duramente la supuesta relación entre aperturismo y crecimiento. Rodrik (2000 y 2001) critica la metodología y desmiente las conclusiones de Dollar y Kray (2001) y del Banco Mundial (2001).
·         Para el caso de América Latina, el Informe Anual 1997 del BID también afirmaba textualmente que "la reforma comercial conduce a una redistribución del ingreso favorable a los grupos de menores ingresos, ya que baja los precios de los bienes de consumo popular y reduce los beneficios que los productores nacionales obtienen del proteccionismo" (BID, 1997:33).  Correa (2002b) verifica nuevamente que no existe evidencia estadística que relacione reformas estructurales y crecimiento, y, por el contrario, presenta evidencia de que la apertura comercial ha incrementado la desigualdad.  De esta forma, el estudio concluye que, al no haber impactos sobre crecimiento y con evidencia de que empeora la distribución, la apertura comercial probablemente está generando más pobreza en la región.
·         Las investigaciones del Banco Mundial en los últimos años han sido tan solo una "multimillonaria operación de marketing ideológico" (Taylor, 1997), criterio en el que, con bastante confianza, podemos incluir también a todas las demás instituciones del Consenso de Washington.  En realidad, los supuestos impactos positivos del aperturismo comercial sobre crecimiento, pobreza y distribución, son nuevamente una cuestión de fe.
·         Solamente cuando la supremacía industrial estadounidense fue absolutamente clara después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU, al igual que la Inglaterra del siglo XIX, comienza a promover el libre comercio, pese a haber adquirido esta supremacía a través de un intenso y nacionalista proteccionismo industrial (Ha Joon Chang 2002: 5).
·         Utilizando una amplia documentación y datos, Chang expone similares historias para Alemania, Francia, Suecia y Bélgica, y concluye que, en su muestra de países, las únicas naciones que no utilizaron activamente proteccionismo para alcanzar su desarrollo fueron los Países Bajos y Suiza, por ser países pequeños donde los beneficios de políticas industriales pueden ser más reducidos, pero sobretodo, porque se mantuvieron en diferentes períodos en la frontera tecnológica.
·         Finalmente, para el caso de los "milagros de desarrollo", es decir, Japón y los países recientemente industrializados del Este Asiático, Chang concluye que -con la excepción de Hong Kong, que fue un enclave colonial, una especie de ciudad-Estado- todos utilizaron proteccionismo industrial, y resalta la similitud entre las políticas utilizadas por estos países y las aplicadas por los países europeos y los EEUU para alcanzar el desarrollo. En conclusión, para estos economistas proteccionistas, en la historia del desarrollo pocas cosas hay más extrañas y antihistóricas que el libre comercio.
·         El entusiasmo de los países avanzados por el "laissez faire" es perfectamente comprensible. Como demuestra Chang en su estudio, una fundamental regularidad histórica es que los países que han llegado a la frontera tecnológica, y, en consecuencia, son imbatibles en cuanto a competitividad, ganan con el libre comercio y por ello tienden a impulsarlo, todo esto, obviamente, en nombre de "doctrinas cosmopolitas" y no obstante haber utilizado un fuerte proteccionismo para llegar a dicha situación estelar.
·         Por ejemplo, para el caso del ALCA, James Petras manifiesta que "... la conclusión es clara: el apoyo de los Estados Unidos al ALCA se debe a los beneficios exorbitantes que obtienen con las políticas de libre mercado y a la creencia de que el acuerdo consolidará el marco necesario para la continuidad de las ganancias" (Petras, 2002).
·         Si es comprensible el entusiasmo de los países desarrollados, y particularmente de EEUU, por el libre comercio, ¿cómo entender el entusiasmo del establishment latinoamericano por éste? Podemos elaborar al menos tres hipótesis al respecto, sin que éstas sean mutuamente excluyentes: Los fundamentalistas, para los cuales el libre mercado es prácticamente (1) el fin en sí mismo y no el medio para alcanzar el desarrollo; (2) el voluntarismo incompetente y el insoportable esnobismo de nuestras élites y tecnocracias nacionales, incapaces de una posición crítica ante el bombardeo ideológico de las políticas del Consenso de Washington; y, finalmente, como siempre, (3) la existencia de ganadores a costa de muchos perdedores del libre comercio.
·         Todas estas hipótesis tienen en común la incapacidad o falta de voluntad para construir verdaderos proyectos nacionales y una genuina integración regional en función del desarrollo de nuestros países, tal como lo hiciera EEUU ante la arremetida libre cambista de Inglaterra. De esta forma, se desnuda tal vez la más grave crisis de América Latina: la crisis de líderes y verdaderos estadistas.  Ojalá, en estos tiempos de "libre comercio", eso sí se pudiese importar. [11]

Comentario: El liberalismo (especialmente el de corte social) se ha cansado de mostrar ejemplos de ser exitoso, no por propaganda ni por marketing, simplemente por resultados reales, efectivos y pragmáticos.  Numerosos estudios empíricos demuestran que: “a mayor libertad económica, mayor progreso”.  ¿Quiénes hacen propaganda? ¿Los liberales o los socialistas?, la respuesta es evidente, el socialismo necesita del marketing, de la publicidad y de la promoción,  para maquillar sus pobres resultados.  Como decía Ludwig von Misses: “El capitalismo no necesita ni la propaganda ni los apóstoles.  Sus logros hablan por sí mismos.  El capitalismo nos trae los bienes, el dinero, el método, y el proceso de mercado” 
Con respecto a la orientación hacia afuera, en Sudamérica, Chile ha mirado hacia afuera y se ha desarrollado; mirando hacia adentro, únicamente se favorece a las empresas poco productivas, porque es la competencia internacional la que genera eficiencia, reduce los precios e incrementa la productividad.  ¡Eso lo dicen los hechos! 
Después de que lea esto, ¿seguirá pensando que las políticas proteccionistas pregonadas por el mercantilismo, son buenas para el desarrollo de una nación? ¿Cree usted que es malo abrirse al comercio internacional? ¿Considera usted “bobos” a los países que practican el libre comercio?  ¿Cree usted que esto es marketing ideológico antes que pragmatismo basado en los hechos y en la ciencia económica? ¡Está en su derecho!, usted es libre de elegir entre creerle al Padre de la Economía: Adam Smith o al principal defensor del mercantilismo en la actualidad: Ha Jon Chang; pero de todas formas, sería bueno que considere los siguientes artículos y las demostraciones matemáticas sobre la estrecha relación que existe entre el libre comercio y el progreso de las naciones.


[1] Pero han vuelto a resurgir en América Latina, especialmente en el Ecuador.  Ojalá que más adelante, el Gobierno Nacional se decida por el pragmatismo del liberalismo socialmente responsable; que ese si es el sistema capaz de conceder una “visa al desarrollo”, que sea sostenible y de largo aliento.  El mercantilismo proteccionista puede que ayude, pero sólo en el corto plazo, a costa incluso de no ser atractivos para la inversión extranjera.
[2] Jürg Niehans. A History of Economic Theory pg. 6
[3] Eli F. Heckscher, Mercantilism, trad. inglesa 1935, vol. I, p. 19
[4] Landreth and Colander. pg. 48
[5] Ekelund y Hébert. Historia de la Teoría Económica y de su método, Pág. 43, ed. MacGrawHill
[6] Ideas citadas por Ekelund y Hebert, op. Cit. Pág. 44
[7] Robert B. Ekelund and Robert F. Hébert. A History of Economic Theory and Method. pg. 46
[8] Niehans. pg. 19
[9] Niehans. pg. 19
[10] Obviamente que una balanza de pagos positiva (+) es conveniente para el país, pero la medida más eficaz para registrar superávit en ella, es no incrementar excesivamente el gasto público, porque al hacerlo, se dispara la oferta agregada y con ella las importaciones, que al no ser abastecidas por producción doméstica, hay que traerlas del exterior.
[11] FUENTE: http://www.lainsignia.org/2006/mayo/econ_018.htm

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